Una respuesta humana ante las emergencias


Por: Carmen Birke Lüttecke
Psicóloga
Docente Carrera de Psicología Universidad San Sebastián


Chile es un país que no termina de salir de un problema generado por la naturaleza, cuando aparece el próximo. Nuestro entorno diverso e indómito enfrenta a la población y a las autoridades a constantes desafíos, para los cuales habitualmente no estamos suficientemente preparados y a los que no siempre logramos responder con eficiencia. Ya sabemos que se generarán una serie de planes y proyectos para futuras oportunidades, pero frente a los acontecimientos, lo más probable es que las críticas se repitan.
En relación a la población, por lo pronto es necesario tener presente que durante el proceso eruptivo de un volcán, como una de las emergencias que generan alta ansiedad en el ser humano, ocurren respuestas de angustia y estrés, donde la respuesta a éste, dependerá de la persona en particular. Si los niveles de estrés se mantienen dentro de un rango razonable, la persona puede movilizarse y responder adaptativamente. Pero si estos sobrepasan su capacidad de adaptación y la persona se ve superada por esto, tiende a inmovilizarse o a responder de manera desadaptativa, donde las respuestas irracionales no son infrecuentes. En esta oportunidad, ante la erupción del volcán Calbuco, pude escuchar a dos niñitas que gritaban por la ventana de un auto “nos vamos a morir”. Luego en el supermercado, otros “bastante fuera de sí” corrían por los pasillos con carros llenos de botellas de agua, pan y otros, con cara de angustia, y con respuestas que seguramente no tendrían, si la razón primara sobre la emoción.

En situaciones como éstas, es esperable que nos preocupemos, que nos pongamos algo ansiosos por la incertidumbre de lo que vendrá, de lo que no conocemos, pero como seres humanos adultos no podemos dejarnos dominar por la emoción perdiendo el criterio de realidad. Los adultos somos los responsables del modelo de mundo que transmitimos a los hijos. La niñita que sentía que se iba a morir, es probable que haya tenido un modelo descontrolado ante ella, y que no haya sido contenida en su temor o pánico de manera apropiada, que no se le esté ayudando a autorregularse emocionalmente, sino quedar a merced de la emoción, lo que sin duda, frente a nuevas situaciones de estrés, constituirá su forma de responder y vivir la situación.

En el presente, y cuando aún se desconoce la evolución que el proceso eruptivo tendrá, es importante que las familias estén organizadas, que puedan ir retomado sus actividades, pero con acuerdos previos respecto a cómo deberán actuar. En primer lugar deben informarse, lo que significa que antes de tomar decisiones de evacuar, arrancar o permanecer, se debe escuchar noticias o consultar a la autoridad pertinente. Luego de ello, necesitamos responder mediante la razón para tomar decisiones adecuadas. Y entre los acuerdos, es fundamental que cada miembro de la familia sepa dónde quedarse frente a las situaciones emergentes, a dónde dirigirse, cómo contactarse, de modo que la incomunicación no constituya un tema adicional de estrés o angustia.
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